Exorcismo final, la nostalgia del deseo

Exorcismo final, la nostalgia del deseo (el deseo de la nostalgia) (Por Kelly Martínez).

Portada Libro Exorcismo Final

Exorcismo Final, de Yovana Martínez, es un libro engañoso. Escrito con un lenguaje directo, coloquial, obsceno, puede hacernos pensar que se trata solamente de un anecdotario de encuentros concertados o desconcertantes, mero intercambio, relajo relajado y relajante. Pero nuestra cultura parece haber olvidado el papel de lo obsceno dentro de la sexualidad sagrada o, incluso, como herramienta de sanación: la risa -a veces incómoda- que despierta lo obsceno es capaz de borrar heridas; proviene del cuerpo y nos obliga a superar prejuicios y moralinas. A superarnos a nosotros mismos.

En ese sentido, este libro se parece a Baubo, esa diosa grotesca y graciosa de la mitología griega, con pezones por ojos y vagina por boca. Deméter la encuentra en medio de su triste peregrinar y, gracias a ese encuentro, es capaz de reír un rato. Los Misterios Eleusinos -el ritual iniciático más importante de la Antigüedad pagana y que repetía ese peregrinar de la diosa- son impensables sin Baubo, un personaje conectado con Dionisio, con lo carnavalesco; con un dios que enloquece y despedaza. Porque lo erótico y lo obsceno son también pérdida de las fronteras del yo, de la coherencia; un acto de amor balbuceante donde el no ser está a la orden del día.

Lo obsceno es pagano, una forma de supervivencia del cuerpo y su saber, que nos avisa de placeres y peligros. En Exorcismo final el saber animal, el saber de la hembra, nos obliga a llamar a las cosas por su nombre, a enfrentarlas de la misma manera en que se enfrentan el dolor o el hambre. Lo vulgar no es aquí chusmería ni depauperación de la lengua, sino simple y llana sinceridad. Es imposible que un exorcismo se haga sin eso, sin todos los demonios que van saliendo de nuestro cuerpo y nuestra boca.

 

Presentación libro exorcismo final 2015

Y, tras lo obsceno, todos los bemoles de la melancolía. Un hembra que es, ante todo, un ser huamano. Un libro que, más que un anecdotario, es una memoria de amores temporales, intemporales, atemporales y regresa -a través de la nostalgia- a todos los lugares donde se cometieron crímenes. Escribiéndolos se libera, se exorciza de ellos. Uno donde la ternura, la compasión, el miedo, la risa, el llanto, las despedidas y los encuentros pesan más que la evidencia de los cuerpos. Donde pesan, a ratos, una masculinidad invasiva u otra capaz de amar, de esperar y tejer desde la paciencia. Donde se revelan los sinsabores y vericuetos de una realidad y una ciudad donde el sexo es también una forma de sobrevivencia y escape.

(Presentación Exorcismo Final en el Festival VISTA, en Miami, 2 de agosto de 2015) -1
Un libro que, en contra de todas las promesas -me dijeron que era pornográfico- es un inventario dulce y profundo de todas las veces en que amar fue tabla o naufragio. No hay nada de escandaloso en él, uno está muy viejo y ha bajado demasiadas veces al infierno como para escandalizarse ésto. Es hora de reconocer que hace mucho que las mujeres dejamos de bordar sentadas al borde de la ventana. Si acaso, el único escándalo posible es el que genera encontrar a una autora/personaje que se atreve a hablar sin tapujos de todo lo que implica existir. Abierta, se deja penetrar por la realidad pero también la besa, la escupe, la muerde, la rechaza, la seduce, se le monta encima. Alejandro Castro, poeta venezolano, me decía siempre que a cierta literatura femenina se le podía oler el blumer. A Exorcismo final no sólo se lo olemos. Nos lo ponemos y seguimos andando.

Kelly Martínez, Miami, julio del 2015

(Presentación Exorcismo Final en el Festival VISTA, en Miami, 2 de agosto de 2015)